viernes, 25 de enero de 2013

Driving and driving


Miami tiene unos 90 kilómetros, así que si tu objetivo es recorrerte todo y visitar decenas de empresas, te pasas el día metida en el coche.
Nosotras, como ya somos como de aquí, nos hemos aprendido de memoria el mapa (bueno, Paloma, porque yo soy más de hacer caso al GPS, aunque no sea tan eficaz como mi querida Nadia) y ya nos conocemos todas las carreteras y hasta los trucos para evitar los peajes.
El caso es que nos hacemos al cabo del día un montón de kilómetros, o millas o pies, o cómo cojones se mida aquí la distancia, que yo no le pillo el punto. Porque resulta que cuando el GPS indica “a un cuarto de milla coja la salida”, significa “ya mismo, píllala que es esta de aquí”. Pero es que cuando dice “a mil pies” también es “ya”. Así que ando un poco confusa con las distancias.
Por no hablar del acento y la pronunciación de la señorita que grabó esas indicaciones! Porque es que tiene un inglés como si fuera una señora centenaria de la mancha profunda…vamos, que lee literalmente como se escribe. Y, cuando pensábamos que le estábamos cogiendo el truquillo a su manera de hablar, nos sorprende con “gire a la derecha por Vestocho”. Y nosotras, “esa qué calle será?” Paloma “esa no sale en el mapa”. Y de repente vemos un cartel “West 8”. Y claro…ahí era!
Por eso, además de la loca que nos habla por la maquinita hemos decidido llevar un mapa que nos sirve de complemento a sus indicaciones, para los momentos de confusión. Paloma lo maneja perfectamente. Así que somos el equipo perfecto, ni Carlos Sáinz y Luis Moya en sus mejores épocas!

 

Así pasamos la mañana entera, de acá para allá. Y cuando a media tarde llegamos al hotel (después de andar 18 calles por haber aparcado en la 26 cuando nuestro hotel está en la 8, todo por no pagar por aparcar) pues estamos reventadas. Así que no tenemos muchas ganas de salir ni hacer nada. Por eso sólo conocemos por ahora Miami Beach, que es nuestra zona. Y nada de vida nocturna, que tenemos mucho sueño a las 8 de la tarde ya! 
Tampoco es que sea muy apetecible la nocturnidad por aquí, porque me da a mí que son todos sitios muy turisteros y no son muy de mi rollo. Yo soy más de bar pequeño y pop-rock, o conciertitos de grupetes de esos que “nadie” conoce. Así que la zona que más me apetece conocer es Brickell. Está al lado de Downtown y creo que por allí hay barecillos con más encanto.
Como primera toma de contacto hemos ido esta mañana. Como es el centro financiero de la ciudad está lleno de rascacielos de empresas, pero seguro que callejeando encontramos bares nocturnos chulos. Para empezar hemos descubierto uno para comer. Es el Dolores, but you can call me Lolita 


Tienen un lunch menú que está muy bien. No es muy variado, pero tiene ensalada y varios platos a elegir por sólo  10 dólares. Está lleno de “mari pijas” sudamericanas que van allí a tomarse unos cócteles y jóvenes ejecutivos (todos ellos españoles, por cierto…o por lo menos los que estaban hoy) que supongo que van por el menú con toque español que ofrecen. 


Y para darle un poco de glamour (aunque no sé si ha sido así o todo lo contrario), una estrella de la música de los 90, ahora en horas bajas, pero que tuvo su punto y su momento de gloria: Nacho Cano. El tío estaba ahí como Pedro por su casa, con sus shorts, su camiseta de tirantes y medio “resudao”. Vamos, que tal cuál había salido del gym, se había pasado por ahí a reponer fuerzas. Esta es la prueba de que aquí la gente no tiene complejos ni sentido del ridículo, así que no le importa salir a la calle e ir al local de moda (o a dónde sea) hecho un cuadro. Esto es América!

 

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